Polírica
La esperanza es el sueño del hombre despierto
Aristóteles.
Hace algunos días se emprendió una consulta en la que Movimiento Ciudadano ponía en la mesa el tema
de la colocación de parquímetros en el centro histórico de la ciudad de
Morelia. Muchas fueron las opiniones, algunas a favor (las menos) y muchas otras
en contra; los argumentos: la gente está cansada de “la pura robadera”,
escuché, está cansada de la indiferencia de los gobernantes que toman
decisiones como si estuvieran manejando una empresa privada y los ciudadanos
fuéramos sus empleados, el aumento de impuestos lo equiparan a su recorte de
personal y la gente sigue pagando los platos rotos de unas políticas públicas
que no consideran en absoluto las necesidades de los ciudadanos ni los
motorizados ni los de a pié.
El tema de los parquímetros es solo la punta del iceberg,
la gente en el municipio de Morelia está llegando a su límite, al que solo se
acercan si les tocan el bolsillo. En los módulos de participación vi a
ciudadanos encolerizados porque les cobrarían por el uso del espacio público,
por estacionarse hasta afuera de su propia casa, porque aseguran que los
delincuentes, que no han respetado ni las placas de monumentos históricos, se
robarían los parquímetros, porque es demasiado dinero para algo que nadie pidió
(con ese dinero bien podrían invertir en la creación de un transporte público
apropiado para discapacitados, por decir un ejemplo), los ciudadanos sabemos
que lo que necesita Morelia es arreglar los baches, que dejen de robar nuestros
ediles; pero algo que me parece preciso rescatar, es que toda la gente que se
acercó parecía saber qué es lo que debe hacerse, cualquiera es mejor
administrador que nuestro alcalde: El señor de los gazpachos, la vendedora de
globos, la esposa del franelero, el sentido común existe en esos ciudadanos
honestos que trabajan cada día para llevar menos de lo necesario a casa.
En la consulta, que fue un ejercicio increíblemente democrático,
escuché: “los políticos olvidan que la gente que trabaja en la calle también
tiene familia”, me conmovió pensar que su única esperanza estaba depositada en
aquellos a quienes, votando o no, eligió
y no la representan. La mirada de esa
gente era de desesperanza, veían en ese ejercicio una forma de reivindicación.
Me decía un amigo: parece que el módulo es de quejas, y lo era, aunque lo
equiparo más a un consultorio médico y para hablar en esos términos fue un
excelente termómetro, en la consulta de Movimiento Ciudadano la gente iba a
decir qué le dolía, solo que todos ya sabían que no les alcanzaba para comprar
el remedio. Nada más desolador que el rostro de quien ha perdido la esperanza,
pero nada más motivante que la voz de un sujeto o mujer que no ha perdido su
capacidad de indignación y la manifiesta.
*Vania Montes, nació en Morelia Michoacán en 1982, ha
escrito algunas reseñas sobre literatura y ha publicado una plaquette de poesía
titulada “Paréntesis”, actualmente es delegada de la Fundación Cultura en
Movimiento en Michoacán.
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