“She asked me to stay
and she told me to sit anywhere
so I looked around
and I noticed there wasn’t a chair”
and she told me to sit anywhere
so I looked around
and I noticed there wasn’t a chair”
Norwegian Wood, the Beatles.
Murakami, que acaba de cumplir 65 años la semana pasada, es en la
actualidad el autor nipón más destacado, ha sido premiado por varias obras y
muchos esperamos su premio nobel por la gran aportación que hace a la
literatura. Este gran narrador tiene la sorprendente capacidad de llevar a su
lector a lugares donde no solo nunca ha estado (eso lo hace casi todo
escritor), sino que contextualiza de manera casi mágica, a pesar de ser una
cultura completamente distinta a la nuestra,
él puede poner a su lector en la mitad de la ciudad más grande del mundo
y hacerlo sentir en casa. Una de las obras más destacadas de este autor es “Tokio
blues” y en consecuencia esta novela debe ser una estación obligada para la
generación.
Haruki Murakami ha sabido
ser un excelente guía de viaje, logrando componer un recorrido de
incertidumbre, donde no faltan la angustia, la desesperación y la risa,
llevándonos con Watanabe (el personaje principal) a recorrer Japón buscando lo
que se es, y cargando como equipaje sólo la nostalgia, sintiendo en el brazo lo
que pesa una maleta ajena. No sé si lo intenta, pero retrata el sentimiento más
que de nostalgia de la soledad desde antes de la guerra, regala una imagen
completa del país reflejado en Watanabe, lo que era y en lo que se convirtió.
Tokio blues tiene un pase de abordar a la nostalgia, es una
lectura para recorrer la vida, te lleva a vivir la experiencia del que espera
en un aeropuerto un vuelo al azar, para tomarlo como señal, para poder decir:
“tengo un rumbo”, con la esperanza de que donde sea, pero lejos, se halle el
sentido de la existencia.
Cuando el personaje principal llega a ese aeropuerto de Alemania y
escucha la canción de los Beatles,”Norwegian Wood” de fondo, no sabe a dónde va
o no nos quiere decir, pero esa melodía nos habla de su desconsuelo, su
tristeza por ver las naves de su barco -Naoko- encendidas. Su primer amor,
cuando el amor era despertarse con la alegría de salir con ella, de verla y
platicar, aunque fuera la novia de su mejor amigo Kisuki, un sujeto al que
ambos amaban pero con objetivos distintos. Es con toda esa nostalgia, sin
embargo, una historia de amor, y en consecuencia, de locura; la locura y la
cordura personificada en la misma figura, Midori,; ella encarna lo que debiera
ser la parte más honesta de su generación, la que dice lo que está pensando y
la que actúa; la que observa el
incendio. Para mí, ella podría fácilmente se la mujer de la que hablan los
Beatles en Norwegian Wood, ella es la vida y aquí su metáfora: La vida te dice
que pases y te pongas cómodo pero por lo general no te ofrece una silla.
Esta novela es un lindo viaje que sólo se puede hacer dando saltos
de la adolescencia a la juventud, de la juventud a la madurez, sin perder de
vista que seguro va a recordarnos capítulos tan dolorosos como puede ser el
terminar un viaje antes de tiempo.
*Vania Montes, nació en Morelia Michoacán en 1982, ha escrito
algunas reseñas sobre literatura y ha publicado una plaquette de poesía
titulada “Paréntesis”, actualmente es delegada de la Fundación Cultura en
Movimiento en Michoacán